Recuerdo muy bien la eclosión de Julen Guerrero. Con apenas 18 años se convirtió en el líder del histórico Athletic y en pieza codiciada por la chiquillería de la época. Tenía un despliegue ofensivo sorprendente dadas sus condiciones físicas. Llegaba siempre al remate con ventaja, distribuía con acierto, lideraba a su equipo. Sus cifras goleadoras le convirtieron en la gran estrella del fútbol español mediada la pasada década. Pero los días de vino y rosas acabaron de forma brusca, casi sin darnos cuenta Julen pasó al ostracismo. El otrora ídolo de jóvenes y mayores pasó a calentar banquillo y a jugar los minutos de la basura. Heynckes, su descubridor, fue el primero en recetarle el banquillo. Nadie se explicaba su suplencia, pero poco a poco se convirtió más en un símbolo de mejores días que en un futbolista profesional.

Cuando la retirada parecía un hecho, llega Clemente y Guerrero resucita. O es que nunca murió? Yo apuesto más por lo segundo. El de Portugalete es un hombre que necesita la confianza de su entrenador para rendir acorde a sus características. Le pasó cuando Clemente era seleccionador. Se lo llevó al Mundial de Estados Unidos con 20 años y apenas jugó. Javi no confiaba en su juego, prefería en su posición a jugadores más experimentados y aguerridos como Bakero. Hoy, camino de los 32 años, su nombre reaparece en los periódicos. Entrevistas, reportajes, titulares…Julen quiere tocarla, aunque sea por última vez.